¿Cuántas personas tienen claro su propósito? ¿Cuántas personas sienten que ejercen su máximo potencial, sus dones?
Nuestra época, la época de la sociedad globalizada, se caracteriza entre otras cosas por una sensación de pérdida del sentido de la vida.
La ciencia nos ha ubicado en el universo – infinitamente amplio – obligándonos a salir de la ilusión de nuestra importancia. A la vez, ciencia y tecnología nos han vuelto “poderosos”», liberándonos de ciertas tareas relacionadas con la supervivencia básica. Por una parte, hemos perdido la creencia en nuestra conexión con el universo, que le daba a nuestra vida un posible sentido trascendental. Por otra parte, muchos de nosotros ya no tenemos que pelear cuerpo a cuerpo con la naturaleza para extraer de ella los elementos necesarios para comer, vestirnos, protegernos. ¿Entonces ? Tanto la falta de propósito espiritual como la ausencia de la necesidad básica de buscarnos la vida en la naturaleza, nos han dejado “huérfanos”.
Parecería que tenemos más opciones, comenzando por la elección de nuestras actividades, cuya base tendría que ser nuestro interés y nuestros talentos naturales. Pero lo que suele suceder es que seguimos mandatos explícitos e implícitos, estamos condicionados por necesidades materiales, no tenemos – o creemos no tener – el tiempo para dedicarnos a descubrir nuestro propósito y dones.
La propuesta aquí es crear un parentésis en la ajetreada vida cotidiana para conectarnos con lo simple: la respiración, el cuerpo, el contacto físico. Con uno mismo: la toma de conciencia, la auto observación, la introspección. En este parentésis de “no-tiempo” se liberan nuestros anhelos y, por sobre todo, los accesos a las preguntas profundas y las respuestas auténticas que cada uno de nosotros alberga. ¿Quién soy, para qué estoy aquí, cómo llego a expresar mi esencia ?
Las herramientas que compartimos, el contacto con otros que nos hacen de espejo, nos acercan a nuestro potencial. Aprendiendo a no caer en las trampas de la parte más mental que juzga, niega, teme, podemos encontrar un espacio interno en el cual soñar e ir reorganizándonos desde adentro para poder desplegar en el afuera esta esencia que a la vez nos distingue de todos y nos acerca a los demás. Podemos concebir planes de acción que abrirán puertas, permitiendo que accedamos a la dimensión de la sincronicidad, en la cual la vida se torna un diálogo entre mis deseos y su realización, mis proyectos y la realidad.