Los mensajes de nuestra sociedad de consumo nos inducen a menudo a creer que nos faltan “cosas” para alcanzar la felicidad. De esa manera la vida se torna una carrera atrás de una zanahoria que se aleja cada vez más.
Podemos encarar esta búsqueda con un planteo opuesto. Tenemos todo para ser felices, la cuestión es cómo revelar este potencial, qué caminos internos recorrer para conectarnos con esa posibilidad. La definición de la felicidad varía de una cultura, época, persona a otra. Si pensamos simplemente en bienestar físico, corazón pleno y paz espiritual, ya tenemos varios ingredientes de la felicidad universalmente definida.
Una vez más no hay receta, sólo preguntas y búsqueda. Lo primero es la capacidad de conectarnos con el silencio. Estamos expuestos a tanta información desde el afuera que perdemos fácilmente el hilo que nos conecta con el centro del laberinto de nuestro propio ser. En el silencio existe esa grieta, desde la cual susurran otras voces. Las voces internas, ligadas a nuestro camino personal, a nuestra perfección original, a la expresión de nuestro ser auténtico.
Los encuentros con un otro, con varios otros, son también parte del camino de la revelación. Son nuestros espejos y permiten que nos auto conozcamos.
Una vez más, la naturaleza también nos guiará. En un entorno con menos estímulos artificiales y virtuales, tendremos más posibilidades de sentir qué resuena en lo más profundo de nuestro ser, qué anhelos, qué caminos, qué deseos sobrecogedores.
Una vez identificado lo que nos motiva con mayor intensidad, tendremos que apelar a la cualidad Yin – manifestando la ley de atracciones – como si nos convirtiéramos en una flor cuyo exquisito perfume e irresistible color llamara a las abejas para que nos polinicen. A la vez, apelar a la cualidad Yang, de acción, moviéndonos en la dirección de lo que deseamos, realizando pasos concretos y firmes. Integrando ambas, entramos en diálogo con el universo, percibimos que estamos en la danza, en el fluir.
¿Es esto garantía de éxito, de seguridad, de salud y juventud eternas? Claro que no, estaremos expuestos mientras estemos vivos a los altibajos, los desafíos, las dudas, los golpes de la vida. Sin embargo, cultivar la confianza en la posibilidad de vivir plenamente, la capacidad de disfrutar de cada respiración, cada momento, cada encuentro, es una consecuencia de la elección que hacemos: quiero vivir hundiendo mis raíces en la tierra, desplegando mis alas, saboreando la existencia. Creo mi propia realidad al elegir lo que más me nutre y a la vez al aceptar lo que se presenta, intentando en cada paso danzar con esta realidad.
Existen muchas herramientas disponibles para meternos de lleno en este camino personal. Muchos espacios diseñados para facilitar que eso ocurra. Los que proponemos son algunos de ellos, nacidos a partir de un sueño, cultivados con esmero y amor, pulidos por el tiempo y el deseo constante de mejorar.