Cultivar hábitos saludables es algo que ocurre naturalmente cuando estamos alineados con nuestro propio ser.
Lejos de constituir un esfuerzo, es una consecuencia que suele desplegarse a raíz de una conexión más profunda con el adentro y el afuera. Si nuestro campo energético vibra con su máximo potencial, buscaremos sin siquiera pensarlo alimentar esa vibración. Asimismo, evitaremos lo que nos podría dañar.
Es un “loop” al cual se puede entrar desde varios puntos. Podemos intentar primero desde la generación de nuevos hábitos. Sin embargo, si se trata de algo impuesto por la voluntad, puede crear la necesidad de compensaciones si se experimenta como una imposición o una renuncia. A veces se impone con urgencia un cambio de hábitos por cuestiones de salud. Muchas personas se ven beneficiadas por haber estado expuestas a un infarto, por ejemplo, después del cual eligen con mucha más conciencia su estilo de vida. No obstante, lo mejor sería no tener que autoimponernos nada, ni pasar por una situación de alerta roja en términos de salud.
A través de las herramientas terapéuticas, del contacto con la naturaleza, con nuestro propio “maestro interno” podemos educar nuestro ego, dejando que nos guíe el instinto de salud, la parte sabia interna capaz de elegir lo que realmente nos conviene en cada instancia.
Hemos visto más de un ejemplo de fumadores que dejaban el hábito del cigarillo al convertirse en aprendices de Zen Shiatsu. Sin proponérselo siquiera en algunos casos. Esto se debe al efecto de “limpia cañerías” de la propia terapia, que al movilizar la energía en los canales o meridianos, produce una limpieza profunda en todo el organismo, el cual se torna más perceptivo y menos tolerante, rechazando naturalmente lo que disminuye su vitalidad y ataca su integridad. También se debe al contacto saludable, estimulante, positivo que suele generarse en el marco de los grupos de estudiantes, de un trabajo corporal, energético y psicológico como es el Shiatsu.
Quien toma este camino puede experimentar un proceso de transformación tan positivo y radical que, lo que de otra manera hubiera sido conquistado a duras penas con una sensación de privación (soltar un hábito nocivo), simplemente sucede.
Oxígeno, comida sin aditivos, actividad física en su justa medida – según la edad, los gustos, la historia personal de cada uno – y sobre todo cultivar una mirada de agradecimiento y reconocimiento de lo que sí tenemos, soltando el hábito de la queja, la protesta, el foco sobre lo que falta o falla. Sentirse apoyado por otras personas con búsquedas y cuestionamientos similares también constituye una ayuda primordial en el cultivo de hábitos saludables. Para muchas personas descubrir que no son las únicas que se cuestionan ciertos aspectos de la vida, que buscan propósitos fuera de lo que el consumismo ofrece, produce un profundo alivio.
Los seres humanos necesitamos de alguna forma pertenecer y el hecho de entrar en contacto con otros cuyos objetivos y hábitos se asemejan a los nuestros, es un gran sostén. A veces esto implica soltar la necesidad de compartirlo todo con las personas más cercanas, si ellas tienen elecciones diferentes. Los hábitos saludables no se pueden imponer, solo sugerir.
No hay receta: sólo podemos avanzar manteniendo el camino del medio, sin fanatismo ni dogmatismo. Quien se obsesiona con temas relacionados con los hábitos que llevan a la salud podría canalizar por esa vía su neurosis, viviendo los hábitos saludables como si abrazara una vocación religiosa. Si logramos disfrutar de la vida, ya estamos más cercanos a la salud.